Historia en Libertad

miércoles, julio 09, 2008

Alexander Graham Bell

Alexander Graham BellCuando en octubre de 1876 los asistentes a la Gran Exposición de Filadelfia (Estados Unidos) presenciaron abismados el funcionamiento de uno de los más importantes inventos de las comunicaciones, el teléfono, ignoraron que su autor, un joven de apenas 28 años, había llegado a esa meta... por amor.
La vida de Alexander Graham Bell fue una sucesión de actos de comprensión, ajenos en general a la vida de quienes serpentean el árido camino de la investigación.
Nacido en Edimburgo (Escocia), el 3 de marzo de 1847, Bell, hijo de un elocucionista profesional, Merville Bell, pasó su infancia haciendo demostraciones del sistema de "lenguaje visible" que había creado su padre. Cuando su madre se vio afectada por una intensa sordera, Bell dedicó todos sus esfuerzos de joven a enseñar a hablar a sordos y sordomudos.
A los 24 años los médicos le diagnosticaron un principio de tuberculosis. Sus padres, angustiados, decidieron entonces emigrar desde la húmeda capital inglesa hacia Canadá, donde Bell no sólo se recuperaría, sino que adquiriría fama por su peculiar pedagogía.
Sus éxitos fueron sucesivos. Tras desempeñarse como profesor en Nueva Inglaterra, fue llamado a Boston para ocupar la cátedra universitaria de Fisiología Vocal. Allí, Bell conoció a una muchachita de 17 años, sorda desde hacía trece, llamada Mabel Hubbart.
La enfermedad de Mabel, a quien haría su esposa dos años más tarde, se convirtió entonces en una obsesión para el catedrático. Inspirándose en la famosa obra de Helmholtz, 'Tonempfindungen', Graham Bell comenzó a practicar investigaciones en busca de lograr construir un aparato que pudiera, en alguna medida, aliviar la enfermedad de su esposa.
Alexander Graham Bell
Trabajando con la desesperación del enamorado y la profundidad del sabio, Bell se sumió en un mundo de diapasones, manipuladores y electroimanes. Y así, el 10 de marzo de 1876, un año después de contraer matrimonio con la hermosa y desvalida Mabel, Alexander Graham Bell inventaba el teléfono. Había logrado sólo limitadamente su objetivo inicial, pero había aportado así al mundo uno de los instrumentos más útiles.
Tras cuatro años de incursiones diversas y de haber montado una compañía propia que debía defender contra toda clase de presiones, repentinamente Bell abandonó el campo de la invención
neta, para dedicarse a "cualquiera de sus propias cosas", a sus "hobbies", en su propio lenguaje.
Tal vez el rasgo más característico de este joven inventor del siglo XIX fue la increíble superficialidad con que tomó su propio éxito. Mordaz, a veces hiriente, otras risueño y comprensivo, Bell pasó muchas horas de su vida minimizando su propia obra o haciéndola objeto de burlas sarcásticas. Sostenía insistentemente que se negaría siempre a usar ese "odioso aparato", perturbador de la paz hogareña, que él mismo había inventado. Con idéntico estilo se burló más tarde de otro invento suyo, un sistema para purificar y tornar potable el agua de mar.
Otro de los inventos de Bell fue el fotófono, instrumento capaz de transmitir sonido en un haz de luz, y también creó un aparato fonográfico. Su inquietud de saber lo llevó a realizar estudios y experimentos de algún éxito en el problema del vuelo mecánico, al mismo tiempo que publicaba numerosos trabajos sobre distintas materias relacionadas con temas científicos.
Siempre afectado por el mal de su esposa, Bell fue el fundador de una organización norteamericana destinada a promover la enseñanza de los sordos en el uso de la voz y participó en la oficina Volta que estudiaba todos los avances en el conocimiento de la sordera. También presidió la Sociedad Nacional de Geografía y dirigió el Instituto Smithsoniano por mandato del Congreso en 1898.
Sus trabajos sobre técnica de la enseñanza de los sordos y la mecánica de la voz abrieron nuevas posibilidades para superar esta deficiencia humana y en la actualidad son básicos para quienes se interesan en trabajar en esta especialidad.
Hasta su muerte, ocurrida en agosto de 1922, trabajó con intensidad en diversos proyectos, pero sus resultados no fueron de la importancia que tuve con el teléfono.

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